La culpa es una actitud irracional muy destructiva, que prácticamente todos experimentamos y que es aprendida desde la infancia.
Al hablar de culpa, nos referimos no sólo a un sentimiento o a una emoción, sino al resultado total de un enjuiciamiento negativo sobre mí mismo a partir de un comportamiento erróneo o de los demás.
El problema radica en que no evalúo mi comportamiento, sino que me enjuicio a mí mismo o a otros en forma total y moralizante; es decir, a partir de haber cometido un error, no pienso “lo que hice estuvo mal”, sino “soy malo”.
Además, la culpa es muy punitiva, ya que involucra un sistema de castigo interno, ya que a partir de haber cometido un comportamiento negativo, me enjuicio como una mala persona (egoísta, cruel, pecadora) que debe y merece ser castigada.
La creencia irracional que mantiene la culpa es: “Debo de sufrir como consecuencia de mi maldad, merezco castigo”, y esto se mantiene por una serie de pensamientos que son:
– Autodevaluatorios
– Totalizantes de forma peyorativa.
Como podemos notar, la culpa no es objetiva e involucra un error grave de lógica: el hacer no es ser; es decir, yo actúo y me comporto, pero no soy mi comportamiento.
Vicente Pérez Solsona