Es una emoción que aprendimos y practicamos desde la infancia y que cuando llegamos a la adultez, la vivimos como algo tan natural en nosotros mismos que nos autocalificamos y auto diagnosticamos como inseguros.
No es una emoción agradable, no nos gusta sentirnos inseguros y la queremos cambiar pero no sabemos cómo.
La inseguridad no tiene que ver con la realidad. Es la voz interior auto devaluatoria que nos dice “no estoy suficientemente capacitado”, “no puedo hacerlo”, “soy un inútil”, “soy inadecuado”, “no valgo”. Es la certeza de que somos ineptos en comparación con otras personas más “afortunadas”.
Hay dos manifestaciones de inseguridad:
- La inseguridad devaluatoria: Cuando uno se valora por debajo (soy un mediocre) y los demás son mejores o más capaces. Entonces me someto.
- La inseguridad prepotente: En el fondo, me siento devaluado, pero no quiero que se me note… Entonces actúo como alguien que puede y sabe, aunque sé que no sé…
Existe la Inseguridad Racional y la Inseguridad Irracional.
La inseguridad irracional es la que nos lleva a no ejecutar, a no hacer. Es la que nos paraliza, la que nos lleva a evitar a posponer. No nos ayuda a desarrollar habilidades.
La inseguridad racional es la que nos lleva a ejecutar, aunque dude de mi misma. Nos mueve a hacer el esfuerzo.